El mensaje de voz que me llegó a mi teléfono celular sonaba muy preocupante. Era la voz quebrada de una amiga que salía del trabajo e intentaba desahogarse porque desde que amaneció tenía un vacío y una angustia inexplicables. Sus palabras eran confusas: “no me hallo”, “no sé qué es exactamente lo que me pasa”, “desde que amaneció me empecé a sentir así”, decía entre lágrimas. Creo que ese sentimiento y estado de ánimo no es desconocido para la mayoría.
Hace algunos meses, estuve cerca de ella en el momento en que recibió la llamada que le informaba de su ascenso en el trabajo. Le di un gran abrazo y celebramos. Ahora yo estaba a más de 9,000 kilómetros de distancia y con ocho horas de diferencia. Lo primero que pensé en decirle fue: “medita un poco”. ¿Pero qué entendería ella por meditar? Como es una persona aficionada a las nuevas tecnologías quizás también iría a preguntar al Chat GPT de qué hablamos cuando hablamos de meditar.
La urgencia y la distancia no me permitía compartir mucho sobre mi experiencia meditando. Justamente, en esos días yo estaba contenta de haber superado algunas angustias que los viajes me provocaban. Estaba segura de que eso fue posible porque ya llevo dos años meditando casi a diario.
Le sugerí vaciar su cabeza escribiendo todo lo que aparecía como pensamientos, sentimientos y escenas sin juzgarlas. Nuestra mente nos atrapa y lo mejor es atrevernos a limpiarla.
En momentos límite es, quizás, cuando más difícil sea entender qué aporta la meditación porque justamente las personas quieren una solución rápida. Y creen que la solución está en una pastilla o en lo que me pueden decir los demás sobre mí o los problemas que tengo enfrente, y no consideran que meditar sea la salida que les ayude a seguir respirando y apreciando el mundo con satisfacción.
Meditar nos aleja de las preocupaciones, pero no porque sea una varita mágica. Nos ayuda a enfrentar mejor las situaciones cotidianas porque nos pone en perspectiva de valorar mejor lo que hacemos y tenemos. No se trata de alejarnos de los demás sino de acercarnos a nosotros mismos para entender que los baches que parecen dolorosos o desequilibrantes pasan muy pronto y lo fundamental de nuestro ser es más importante e iluminador.
Para resolver esos “problemas” del trabajo, los conflictos con la familia, en el vecindario o con los amigos y la pareja… solo debemos volver a nuestro ser interior, y ese es un camino continuo de reflexión diaria que podemos lograr con este método de meditación, no un momento esporádico para enfrentar una crisis.
Meditar es un proceso constante que nos ayuda a nadar en aguas calmadas y turbulentas, como cuando nos hunde el sinsentido, no un salvavidas que se puede tirar a alguien para que salga a flote.
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