¿Enojo: amigo o enemigo?
- Linda Paola Tellez Ariza
- 16 jul
- 3 Min. de lectura
¿Sabías que un episodio de ira intensa puede durar solo unos segundos o minutos, pero sus efectos fisiológicos pueden permanecer en el cuerpo durante horas o mucho mas tiempo?
La ira es una emoción universal. Todos los seres humanos la hemos experimentado en algún momento y difiere de persona en persona, cuando algo no es de su agrado, hablan de nuestras imperfecciones o experimentamos situaciones de injusticia. Aunque muchas veces se percibe como una emoción negativa, en realidad tiene una función evolutiva importante: protegernos del peligro y motivarnos a defender nuestros límites.

Hoy quiero invitarte a reflexionar con esta parábola:
🌊 El monje y el barco
Un monje, amante de la meditación en silencio, decidió un día subirse a un bote y remar hasta el centro de un lago. Allí, seguramente encontraría mayor tranquilidad para meditar. Al llegar al centro, cerró los ojos y se sumergió en su práctica. El silencio era absoluto. ¡Qué paz se respiraba!
Cuando de pronto, algo golpeó su barca y lo desconcentró por completo. Molesto, pensó:
— “En cuanto abra los ojos, le voy a reclamar a quien me haya interrumpido.”
La ira lo invadía… Pero al abrir los ojos, se encontró con una barca vacía. El viento la había arrastrado a la deriva.
Entonces comprendió que su enojo no venía del exterior, sino que ya estaba dentro de él.

— “Cada vez que me enoje con alguien,” pensó, “recordaré que esa emoción nace en mí.”
🌱 Reaccionar con ira es fácil. Responder con conciencia es sabiduría.
¿Te ha pasado que ante una injusticia o algo que no te gusta o no estas de acuerdo, reaccionas como un volcán en erupción? Sin pensarlo, explotas… y a veces, lastimas a quienes más quieres.
Eso es lo que ocurre cuando el enojo toma el control. La diferencia entre reaccionar y responder está en el pequeño espacio entre el estímulo y la acción. En ese espacio vive tu libertad, tu sabiduría y tu madurez emocional. Eres tú quien elige.
Sentir enojo es natural. Lo dañino es cuando lo expresamos de forma destructiva o lo reprimimos por completo. La ira puede ser una brújula que nos indica límites cruzados, injusticias vividas o necesidades no atendidas. Pero por sí sola no soluciona nada. Necesita ser escuchada, comprendida y canalizada con responsabilidad.
Conocer nuestros detonantes, respirar antes de actuar, y expresarnos desde la calma nos hace dueños de nosotros mismos. Pero aún más importante es mirar hacia dentro y descubrir la raíz de ese enojo.
🌙 Meditar es alumbrar nuestra oscuridad
Meditar no solo calma nuestro enojo; también nos permite adentrarnos en ese bosque interno, profundo y a veces oscuro, donde nos encontramos con historias, patrones, hábitos, injusticias, miedos, dudas y cansancio… Elementos que, al principio, pueden parecer abrumadores o hacernos sentir que no hay salida.
Pero si seguimos caminando, paso a paso, retornando a nuestra conciencia original —ese espacio donde todo se aquieta, todo cesa—, es como si la luna se asomara entre los árboles, iluminando suavemente el camino. Y entonces, comenzamos a ver. En esa luz serena, empezamos a reconocernos. Descubrimos el origen de nuestra ira y, con compasión, comenzamos a cortar las malezas y espinas que nos lastimaban.
No es fácil al principio, pero con paciencia y constancia descubrimos que no somos nuestro enojo. Somos la conciencia que lo observa… y que tiene el poder de soltarlo y transformarlo.

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Excelente blog Linda!
Me encanta como describer el rol del enojo en nuestro dia a dia.
La conciencia es la mejor manera de gestionarlo y la meditacion es el gimnasio de la mente, saludos!