“Debo terminar este reporte de investigación y entregarlo en unos días”- me digo a mí mismo, a la vez que estoy pensando en antes llamar a una amiga a la que no he saludado en meses. “Solo van a ser unos minutos, ¿no?”
Así, después de lo que fue una hora de conversación, me dispongo a completar mi tarea, no sin antes prepararme un buen café y disfrutarlo tranquilamente. “Sin café no me voy a poder concentrar, igual no me tardo nada.”
Una vez sentado frente al reporte por terminar en mi computadora, completo otros pendientes que a mi parecer son más sencillos y rápidos de hacer, aunque también son menos urgentes.
Dos horas después recuerdo que debo ir a la universidad, ya que el préstamo de dos libros vence este mismo día y no puedo darme el lujo de pagar multa al devolverlos.
Todo este tiempo he tenido ese reporte en la cabeza, pero por alguna razón me siento más cómodo haciendo cualquier otra cosa, que afrontando un trabajo que me abruma.
Haciendo todas estas cosas, ya se hizo de noche. Llego a casa y considero que ya es demasiado tarde para continuar trabajando en dicho reporte. “Mañana lo termino” digo, sabiendo que probablemente postergar más mi tarea no sea la mejor idea.
La procrastinación es el acto de postergar actividades importantes por otras más placenteras, menos relevantes o más fáciles de realizar. Esto, debido a que, por lo general, la actividad importante en cuestión podría generar estrés, frustración, o sentimientos de aburrimiento y tedio.
Existen numerosas formas para abordar el tema de la procrastinación y solucionarlo, como lo es la famosa técnica Pomodoro, la matriz Eisenhower, o incluso algo tan simple como crear una lista de cosas por hacer, pero para mí lo que hizo la diferencia entre seguir postergando mis prioridades y tomar acciones sin vacilar, ha sido la meditación.
Personalmente, mi motivo para procrastinar se ha debido a que poseía muchos pensamientos desordenados y mi atención estaba dispersa en muchas cosas, por lo que mi mente aceptaba cualquier distracción de mi entorno, mayormente las redes sociales. También me daba temor no hacer un buen trabajo. Mi mente se bloqueaba y era muy difícil concretar alguna acción sin buscar algún tipo de escape que me ayudara a aliviar ese temor a fracasar, sin siquiera haber comenzado.
Sin embargo, al conocer y practicar el método por niveles de meditación, logré liberarme de esos pensamientos desordenados, mi concentración aumentó de forma significativa. Gradualmente, los focos de distracción que me afectaban dejaron de tener influencia sobre mí, y mi mente pasó de sentirse como una sopa hirviendo, a sentirse como un suave río en el que los pensamientos fluían de forma organizada y tranquila.
Al conocerme a mí mismo con la meditación, pude identificar las razones de mi miedo al fracaso y trabajar en eso.
A lo largo de los tres años que llevo meditando, mi rendimiento ha mejorado muchísimo y soy capaz de llevar mi vida de una forma más ordenada y productiva, eliminando el estrés causado por no ser capaz de tomar acción.
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